Dentro de los peligros de beber alcohol, su repercusión negativa sobre la seguridad vial es de sobra conocida. Su presencia en el organismo disminuye la capacidad de reacción en la carretera y motiva acciones imprudentes. De ahí que nunca está de más recordar los efectos del consumo de alcohol, qué produce en el conductor.
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Alcoholismo y conducción
Durante años España registró una elevada tasa de siniestralidad viaria por culpa del consumo excesivo de alcohol. De hecho, la combinación de juventud, fin de semana y conducción era percibida con preocupación por toda la sociedad. Pues veía cómo en la carretera sus hijos perdían la vida o quedaba su vida lastrada debido de la nefasta mezcla de alcoholemia y conducción.
El alcoholismo y la seguridad en el tráfico siguen siendo dos realidades que se excluyen a sí mismas. Y el binomio alcohol y conducción continúa siendo uno de los mayores factores de riesgo social.
Es claro que la bebida alcohólica trastoca el organismo, ya que se trata de una sustancia con efectos depresores. Dicha sedación del sistema nervioso central se manifiesta en una disminución de nuestra capacidad de reacción y acción. De ahí que, a la hora de estar al volante, un individuo alcoholizado carezca de las destrezas necesarias para garantizar una conducción segura.
Un riesgo que no solo atañe a quienes circulan con su coche bajo los efectos del alcohol. También resulta una amenaza para el resto de la ciudadanía que se cruza en el camino de un conductor alcoholizado.
En efecto, conducir tras haber consumido alcohol multiplica por 9 la probabilidad de causar un accidente vial. Sin embargo, estadísticas de la Dirección General de Tráfico señalan que un 12% de los conductores circulan por la carretera habiendo tomado drogas.
Creemos que arrojar luz sobre el consumo de alcohol y qué produce en el conductor siempre resulta un ejercicio necesario. Entre otras cosas, porque muchos consideran que pueden conducir si su tasa de alcoholemia está por debajo de la admitida legalmente. En realidad, cualquier dosis de etanol en el organismo, por mínima que sea, aumenta el riesgo de accidente.
Los efectos del alcohol en el conductor
La tasa de alcoholemia que se presente tras beber alcohol viene dada por la cantidad ingerida y el tipo de bebida. Sin olvidar la importancia de cada organismo, pues no todos muestran la misma respuesta ante el consumo de alcohol.
Sea como fuere, el límite permitido de alcohol por litro de sangre para conducir es 0,5 g/l —o 0,3 g/l en conductores noveles o profesionales. Si bien, cantidades menores de alcoholemia también pueden resultar contraproducentes.
Así, los efectos más evidentes de las bebidas etílicas sobre la capacidad para conducir se manifiestan en:
- Deterioro de la calidad de visión —visión borrosa— y disminución del campo visual. Se perciben peor las luces y las señalizaciones.
- Torpeza en los movimientos y la coordinación motora, que, a su vez, se vuelve muy lenta, dado la sedación del sistema nervioso. Como resultado, la capacidad de reacción del conductor se retarda.
- La atención y el razonamiento para calcular las distancias también se ven trastocado. La mente se muestra más confusa y el conductor tarda más en percibir el peligro y encontrar la forma de solventarlo. Ello explica el aumento del tiempo de reacción ante un imprevisto.
- El conductor puede caer en la somnolencia e incluso dormirse al volante.
- La tendencia a la falsa sensación de euforia y exceso de autoconfianza. Debido a que el alcohol incrementa las acciones impulsivas y agresivas. Lo que se conjuga con una ausencia de sensación de peligro.
Actos imprudentes que cometen los conductores alcoholizados
Un ejemplo de cómo afecta el alcohol al comportamiento del conductor lo hallamos en las numerosas infracciones que se comenten en carretera. Muchas de las cuales, sin duda, se realizan por inconsciencia. Pero también porque bajo la influencia del alcohol nunca se controla tanto el volante como se cree.
En este sentido, el exceso de confianza y la falta de responsabilidad se alían en forma de imprudencias viales como:
- Conducir de modo errático.
- No mantener la distancia de seguridad entre vehículos necesaria.
- Invadir el carril contrario por mal cálculo o somnolencia.
- Responder o reaccionar con retraso a las señales.
- Confusión a la hora de realizar maniobras, como giros, o de utilizar correctamente las luces.
- Ejecutar adelantamientos peligrosos y prohibidos.
Los efectos e infracciones provocados por el consumo de alcohol incrementan el peligro de sufrir un accidente de tráfico de consecuencias graves. Incluso, mortales.
Especialmente preocupante son estas actitudes en los conductores noveles. Primero, porque desconocen los riesgos que entraña el conducir bajo los efectos de una droga tan inhibidora. Y segundo, porque carecen de la destreza suficiente en materia de conducción. Por tanto, la falta de experiencia de estos conductores conlleva que la tasa de alcohol en sangre permitida sea menor.
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