Pese a su consideración de sustancia psicoactiva legal y de su aceptación social como hábito cultural recreativo y cotidiano; el consumo excesivo de alcohol provoca la muerte prematura de más de 3.000.000 de personas al año. Lo que lo convierte en una auténtica epidemia mundial.
Si bien existe la percepción social de que el abuso del alcohol es una irresponsabilidad individual, la realidad demuestra que la adicción alcohólica es una enfermedad. Porque para el alcohólico la dependencia física y psicológica que siente hacia la necesidad de beber escapa de su control. Y ello a pesar de los evidentes estragos que la bebida causa en su vida personal, familiar, laboral y social.
Y es justamente esa adicción incontrolable y compulsiva por tomar alcohol lo que termina llevando a desarrollar una enfermedad crónica: el alcoholismo.
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DEFINICIÓN DE ALCOHOLISMO
Para definir qué es el alcoholismo recurrimos a la Organización Mundial de la Salud (OMS); referente por antonomasia en cuestiones sanitarias de promoción y de protección de la salud.
Según esta organización supranacional, el alcoholismo es un «Término (…) que se emplea generalmente para referirse al consumo crónico y continuado o al consumo periódico de alcohol; que se caracteriza por un deterioro del control sobre la bebida, episodios frecuentes de intoxicación y obsesión por el alcohol y su consumo, a pesar de sus consecuencias adversas. (…) En 1977 la OMS propuso utilizar en su lugar la expresión síndrome de dependencia del alcohol.»
Por tanto, vemos que el alcoholismo hace alusión a la necesidad imperiosa de consumir bebidas etílicas; aún a riesgo de que su ingesta excesiva y constante acarree temidos problemas de salud. Dichas males sanitarios están vinculados a los llamados trastornos por consumo de alcohol, de índole física, orgánica o mental. Sin soslayar las consecuencias psicosociales, que también son numerosas. Ahora bien, ¿por qué el alcohol resulta ser una sustancia tan adictiva y perjudicial para la salud?
La clave radica en el etanol, un compuesto orgánico, cuyos componentes psicoactivos corrompe las funciones cerebrales y las hace adictas a esta sustancia. Al mismo tiempo, el etanol actúa como sedante o hipnótico, al igual que los barbitúricos, por ejemplo. De ahí que las bebidas alcohólicas causen desinhibición y relajación a quienes las consumen.
Sin embargo, a medio y largo plazo, el consumo abusivo de este tipo de droga afecta a diversos órganos vitales de nuestro cuerpo; al igual que a las funciones cerebrales y al sistema nervioso central . Lo que puede ocasionar intoxicaciones de graves consecuencias —como el coma etílico—, altas tasas de morbilidad e incluso mortalidad precoz.
¿POR QUÉ SE PRODUCE LA DEPENDENCIA AL ALCOHOL?
El alcohol provoca, en un primer momento sensaciones positivas, placenteras, de recompensas. De ahí que se le considere una sustancia recreativa e idónea para la socialización. No obstante, el riesgo que conlleva su ingesta continuada se debe a su gran capacidad para generar dependencia. Y es que, la sustancia etílica, al ser psicoactiva demuestra ser muy adictiva.
Ello significa que las mismas sustancias van produciendo un efecto de refuerzo en el cerebro. Es decir, se va creando una adicción del organismo hacia la droga etílica. Pues, éstas actúan sobre estructuras cerebrales generando un exceso de dopamina. En dichas estructuras se producen las recompensas naturales que genera nuestro cerebro ante situaciones placenteras o abastecedoras. Por tanto, el hábito de beber alcohol con frecuencia será percibido por el cerebro como una actividad necesaria y recompensadora.
Sin embargo, a mayor consumo, mayor es la tolerancia que muestra el cuerpo hacia la droga. Lo que implica que el organismo demande una cantidad de dosis cada vez más elevada para alcanzar los mismos efectos placenteros. Por tanto, la aparición de una dependencia orgánica hacia el consumo de alcohol se produce por la necesidad de su presencia en las estructuras cerebrales dopamínicas.
Ahora bien, cuando la persona deja de beber surge el llamado síndrome de abstinencia. El cual engloba toda una serie de molestias físicas y psicológicas motivadas por la ausencia de alcohol en el organismo.
He aquí cuando el consumo abusivo de alcohol se convierte en la enfermedad del alcoholismo.
Llegados a este punto, la ingesta de bebidas etílicas ya no se realiza por placer, sino para apaciguar los síntomas de abstinencia. Por ello, el hábito de beber en exceso y reiteradamente es tan compulsivo en la persona alcohólica.
EL ALCOHOLISMO Y SUS FACTORES DE RIESGO SOCIOSANITARIOS
Según datos de la OMS, el alcoholismo ocupa el tercer lugar en cuanto a factor de riesgo de morbilidad y muertes prevenibles a nivel mundial. Así, en América ocupa el primer puesto; mientras que en Europa detenta el segundo lugar en cuanto a riesgos de dolencias crónicas, discapacidades y muertes evitables.
Repercusiones orgánicas
El listado de enfermedades derivadas del abuso de alcohol es realmente preocupante, pero permite comprobar las numerosas secuelas que deja en el organismo. En este sentido, el uso abusivo de alcohol y, sobre todo, la dependencia a esta sustancia, aumenta el riesgo de padecer:
- Enfermedades hepáticas: Sin duda, el hígado es el órgano más perjudicado por los efectos del alcohol. Pues, el elemento etílico es el causante de los síndromes del hígado graso, la cirrosis y la hepatitis.
- Diversos tipos de cánceres: El cáncer de hígado, de páncreas y de esófago son los más habituales.
- Problemas digestivos: sangrado de estómago, digestiones pesadas, pérdida de apetito,…
- Trastornos cardiovasculares: enfermedades coronarias, infartos agudos de miocardio, ictus,…
- Agravamiento de la hipertensión y la diabetes.
- Trastornos psicológicos: cuadros depresivos, ansiedad, distorsión de la realidad,…
- Alteraciones significativas en el sistema nervioso central: incapacidad para coordinar los movimientos, caídas; en el peor de los casos, ataxia locomotriz — una especie de parálisis debida a una infección de los nervios.
- Daños neuronales: que afectan a la conducta, la memoria y los procesos de aprendizaje, la capacidad de juicio y toma de decisiones,…
Asimismo, las grandes repercusiones sociales y sanitarias vinculadas al alcoholismo resultan cuantiosas para quien lo sufre. Entre ellas cabe señalar:
- La aparición de problemas agudos de salud que generan incapacidades para la realización de actividades de la vida diaria. Por ende, la calidad de vida del individuo alcohólico disminuye considerablemente.
- Las consecuencias psicosociales del alcoholismo implican un deterioro en las relaciones sociales, llenas de conflictos y rechazos. Ello incide en la inestabilidad psicológica y emocional de la persona.
- La carga psicológica y los desafíos que supone para los familiares y las personas del entorno es considerable. Porque los problemas con el alcoholismo no sólo afectan a propio adicto, sino también a las personas de su alrededor.
ALCOHOLISMO JUVENIL
Un fenómeno sociosanitario que se está instaurando en nuestra sociedad es el abuso temprano de alcohol entre la población menor de edad. Se trata del denominado alcoholismo de fin de semana, donde los adolescentes y jóvenes se dedican a darse auténticos atracones etílicos. Ello se debe a que existe una asociación psicológica y cultural entre el beber y tiempo de ocio, principalmente nocturno.
Así, gran parte de la población de entre 14 y 25 años, reconoce formar parte de «cultura del alcohol», haciendo un uso excesivo e incontrolado. Este uso recreativo de la bebida —y otras sustancias psicoactivas, en menor medida— adolece de irresponsabilidad y peligrosidad.
Indudablemente, las borracheras de fin de semanas pueden convertirse en un hábito que dispara los trastornos de salud vinculados al alcohol.
En efecto, la juventud muestra una mayor vulnerabilidad a sus efectos tóxicos —tanto físicos, como psico-emocionales y sociales—. A esas edades el metabolismo humano aún se halla en proceso de maduración, y el adolescente no posee suficiente peso o masa corporal. Por eso se producen intoxicaciones agudas con mayor facilidad que en los adultos. Asimismo, la presencia de altas dosis de sustancias etílicas en el organismo impide su correcto desarrollo.
Por lo demás, diversos estudios constatan la estrecha relación existente entre la alcoholemia y las situaciones de riesgo de mortalidad juvenil. Entre las más graves consecuencias de alcoholismo juvenil pueden citarse:
- Los casos de intoxicaciones agudas o coma etílico.
- Los episodios de violencia.
- Las acciones imprudentes de todo tipo.
- Los comportamientos sexuales de riesgo, sin uso de métodos anticonceptivos.
- Los accidentes de tráfico.
CONCLUSIÓN
El hecho de que el alcohol sea una sustancia legal —y, por tanto, de fácil adquisición—; y que detente un cierto estatus de hábito social inocuo, dificulta su consideración de droga peligrosa. Es por ello que la sociedad aún se rehúsa a aceptar que el alcoholismo es una enfermedad de graves consecuencias.
Dado que este fenómeno sociosanitario continúa creciendo, provoca un elevado coste en la economía nacional y una carga para los sistemas sanitarios . De ahí que atender la problemática del alcoholismo se vislumbra como una meta prioritaria de la política sanitaria nacional.
Mientras tanto, los centros de desintoxicación cumplen un papel social fundamental. Pues trabajan por la mejora de la salud y la calidad de vida nos solo individual, sino también pública. Indiscutiblemente, son un referente social en materia de tratamiento del alcoholismo y recuperación de los adictos.
En dichos centros especializados en drogodependencias, la persona alcohólica encontrará ayuda profesional para dejar atrás sus problemas con el alcoholismo. Pues, actualmente existen tratamientos integrales, basados en psicofármacos y psicoterapias, que permiten revertir los efectos nocivos de esta droga. Con ellos, el adicto puede recuperar su salud y darle de nuevo sentido a su vida.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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