El enolismo crónico es una forma de referirse al alcoholismo crónico. En este sentido, aunque su uso ya no está tan extendido a nivel popular, suele utilizarse como término sinonímico de etilismo. Sin embargo, existe un ligero matiz que lo diferencia de aquel. En este artículo profundizaremos más sobre qué es el enolismo crónico y quiénes lo padecen.
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Múltiples modos de denominar una misma enfermedad
Sabemos que el consumo excesivo de bebidas alcohólicas puede llevar a sufrir la enfermedad del alcoholismo crónico. También denominada etilismo crónico o enolismo crónico. Si el abuso de alcohol se comete de forma puntual o simplemente si se llega a la embriaguez, en cambio, se habla de intoxicación etílica. Es decir, alcanzamos el grado de intoxicación cada vez que nos damos un atracón de alcohol, bebiendo una cantidad elevada de alcohol en poco tiempo.
Ahora bien, hay muchos tipos de borracheras: aquellas ocasionadas por mezclas de bebidas destiladas y bebidas fermentadas o por un único tipo de bebida. Por ejemplo, hay personas que su adicción al alcohol está basada solamente en el consumo de vinos. En estos casos, se habla de enolismo crónico.
En efecto el tema o sufijo ‘eno‘ deriva de la raíz griega ‘oinos‘, que significa vino. Por tanto, con esta expresión hace referencia a una manera de alcoholismo provocada por el consumo de vino, casi exclusivamente.
Esta es la gran característica diferencia al enolismo crónico del alcoholismo, cuyo significado resulta más genérico. Pudiendo, pues, referirse al consumo abusivo de cualquier bebida etílica en general.
Con todo, el vino ocupa un lugar especial en la mesa de los españoles, así que no es descabellado pensar que el enolismo está a la orden del día. Porque, no nos engañemos: el vino no es más inofensivo ni más saludable que otras bebidas alcohólicas.
El consumo de vino en españa
España siempre ha sido una región vitivinícola por excelencia, por tanto nuestra relación con esta bebida es muy estrecha. Hasta hace pocas décadas, el vino gozaba de una gran popularidad en nuestra sociedad, como siempre ha sido en el sur de Europa. Pero en la actualidad, y más concretamente desde la década de los 80, su consumo ha ido descendiendo en beneficio del consumo de cerveza.
No obstante, más del 60% de nuestra población es consumidora de vino. De estas personas, más del 60% reconoce que lo consume de forma habitual y casi un 40% lo hace de modo ocasional. Ya sea de forma puntual o durante encuentros sociales .
La clase de vino preferido es el tinto, con diferencia —lo toman más del 70% de los consumidores. Sin embargo, el vino blanco lo prefiere el 13% de ellos.
En cuanto al perfil medio del consumidor de vino en España, los hombres de más de 35 años y con estudios medios son su prototipo. En efecto, el 57% de los bebedores de vino son varones, frente al 43% de mujeres. Entre la franja de población de 35 y los 54 años, el 36% lo toma. Porcentaje que asciende a cerca de un 40% a partir de los 55 años.
Si bien se trata de una bebida alcohólica fermentada, su graduación es superior a otras bebidas de la misma categoría —como la cerveza. De lo que se deduce que emborracha más fácilmente que las cerveza, su gran rival comercial. Esto se debe, además, a que el vino llega más rápido que al riego sanguíneo, pues su media está en 54 minutos después de su ingesta.
Los profesionales sanitarios tienen claro que consumir más de 3 copas de vino diarias resulta un consumo abusivo de alcohol .
El enolismo crónico y sus consecuencias
El vino resulta tan adictivo, perjudicial y peligroso como cualquier otra bebida. O dicho en otra palabras, el hábito de tomar vino de forma excesiva nos expone a sufrir una drogodependencia. Por tanto, no estamos ante una bebida etílica inocua.
De hecho, está demostrado que las bebidas fermentadas provocan resacas más fuertes que cualquier otro producto etílico. La razón está en que este tipo de bebidas, entre las que destaca el vino, poseen ciertas sustancias residuales como histamina, metanol o acetaldehído. Así pues, a igual cantidad de etanol en la bebida, producirá mayor resaca el vino tinto que otra bebida destilada, salvo el coñac.
Asimismo, beber sobre 5 copas de vino seguidas, durante un escaso margen de tiempo puede llevar a una intoxicación aguda. Que si se repite con frecuencia se convertiría en una intoxicación crónica. Según indican algunas estadísticas, en España durante el año 2002 el 2,3% de las muertes fueron prematuras y evitables. Pues fueron fallecimientos ocasionados por consumo excesivo de alcohol.
Vamos con otro dato: la media de años de vida perdidos por muertes prematuras ocasionadas por el alcohol son 22. También el 70% de las muertes producidas por cirrosis hepática tienen al enolismo como causa principal. Algo parecido sucede con diversos tipos de cáncer —de hígado, de boca, de esófago, de laringe, etc.— y con la pancreatitis aguda.
Muchos trastornos psiquiátricos o neurológicos como la neuropatía alcohólica, la demencia alcohólica o el delirium tremens también tiene una génesis alcohólica. Sin soslayar muchos problemas cardiovasculares como arritmias, miocardiopatía alcohólica, hipertensión arterial. Todas las grandes enfermedades mórbidas o con mortalidad precoz tienen su origen en la adicción a las bebidas alcohólicas o enolismo crónico. Que ya de por sí es una enfermedad física y mental.
Mitos sobre el consumo de vino
No existe un umbral seguro de consumo de vino u otras bebidas alcohólicas ni tampoco un consumo moderado. Pues este es difícil de establecer. Además cada persona, cada organismo presenta sus particularidad, su bioindividualidad, que lo hace más vulnerable al alcohol o menos.
El riesgo de sufrir un cáncer por alcohol es bajo, pero se eleva desde la primera copa. De hecho, el consumo diario de 2 copas de alcohol seguidas eleva a un 30% el riesgo de padecer cáncer digestivo, por citar un ejemplo. Lo que está claro es que no existe un beneficio general por consumir una copa de vino a las comidas, como se escucha por ahí fuera.
Además, se sabe que en ciertos países europeos, con larga tradición vitivinícola o de ciertas dietas autóctonas que incluyen el vino, la propaganda de los beneficios del vino están manipuladas. Es decir, suelen estar financiadas por empresas o instituciones vinculadas al sector enológico. En realidad, no existe unanimidad ni evidencia científica que avale los beneficios de tomar vino tinto para protegerse de la mortalidad coronaria.
Por eso, el mito del consumo moderado es justamente eso: un mito. Cada acercamiento a la bebida, que suele comenzar en casa con el consumo de vino durante las comidas, supone un riesgo para la salud. Principalmente el riesgo de desarrollar la enfermedad del enolismo, en aquellas personas vulnerables psicológicamente o con cierta predisposición biológica.
Conclusión
En nuestro país existen más de un millón de personas padeciendo las consecuencias del enolismo o de trastornos por consumo de alcohol.
Por su parte, entre la población consumidora de vino en general, su consumo se debe a que forma parte de la rutina doméstica y a que se emplea en momentos de ocio social. También existen personas que pueden considerarse bebedores ocasionales, que representan el 24,5% de los consumidores. Mientras que un 13% se reconoce como bebedores sociales exclusivamente. El resto, más de más de un 60% son individuos que tienen el hábito diario de tomar vino.
Hemos aprovechado la expresión de enolismo crónico para mencionar los estragos que puede causar el consumo de vino de forma excesiva y continuada. A fin de cuentas, no deja de ser una bebida etílica, por más cotidiana que resulte.
Con todo, es normal en ciertos círculos profesionales escuchar hablar de enolismo para hacer referencia al trastorno por consumo de alcohol. O, si se quiere, a la adicción al alcohol. Independientemente de que esta se base en la ingesta de vino o de otras bebidas.
Sin embargo, todo parece indicar que el término enolismo está poco a poco cayendo en desuso. Como anécdota filológica os diremos que la Real Academia Española de la Lengua (RAE) no recoge dicho vocablo.
En fin, esperamos que os haya quedado claro qué es el enolismo crónico y cuales son sus peores —y también más comunes—consecuencias.
Referencias consultadas
- Ayuso, M. (2015). ¿Vino o cerveza? Cuál de los dos tiene más peligro y cuál engorda menos. Recuperado de https://bit.ly/3cwPBXE
- Córdoba García, R. & alt. (2007). Alcohol, vino y salud: mitos y realidades. Atención Primaria, 39. Recuperado de https://www.elsevier.es/es-revista-atencion-primaria-27-pdf-13113953
- Jacinto Martín, A. y López Coscojuela, J. (2017). Manejo del enolismo en atención primaria. Recuperado de https://bit.ly/3hXQgCf
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