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Como se llega al alcoholismo
Llegar a una situación de alcoholismo es una condición que se da poco a poco, de ahí que no siempre se perciba como un proceso consciente. Pasar de hacer un consumo abusivo del alcohol a ser una persona alcohólica sucede de modo natural; si no se remedia antes.
El consumo excesivo de alcohol se refleja en borracheras continuas y comportamientos disfuncionales. Así como en la necesidad de beber de forma masiva para afrontar las situaciones de estrés o cualquier problema que se presente.
Pero aunque se intente aparentar normalidad y se inventen excusas para tomar alcohol, es evidente que la persona bebe sin límites. Es decir, presenta un serio problema con la bebida.
Esta circunstancia ya debería ser contemplada como una gran bandera roja de advertencia. Pues se está generando una adicción orgánica y psicológica al consumo abusivo de alcohol.
Una de las claves que remiten a que estamos ante un problema de alcoholismo es la dimensión que está tomando el asunto. En el sentido de que el abuso de su ingesta ya no solo repercute en la salud física del individuo; si no que trae consecuencias en otras áreas. Como es el caso de las relaciones personales, accidentes de tráfico, bajo rendimiento laboral, dejadez en las responsabilidades, etc.
De ahí que el concepto de alcoholismo —o etilismo— haga referencia a la enfermedad de la adicción al alcohol, sí. Pero, más allá de los aspectos biológicos, engloba todos los problemas que derivan de esta dependencia, tanto en la salud mental como social. Por eso, el alcoholismo es una enfermedad con una dimensión biopsicosocial.
Por tanto, teniendo este punto claro, podremos comprender mejor cuáles son los síntomas del alcoholismo más frecuentes. Y, de este modo, saber si los efectos del alcohol han degenerado en una enfermedad.
Alcoholismo: Consideraciones Generales
Uno de los primeros síntomas que indica que estamos atravesando o presenciando un caso de alcoholismo es el beber alcohol de forma excesiva y frecuente. Tal vez no suceda todos los días, pero sí todas las semanas o varios episodios al mes.
Además la ingesta excesiva alcohol cada vez implica cantidades más elevadas, a fin de conseguir experimentar los mismos efectos. Cuando el sujeto pierde su capacidad de controlar sus ganas de beber, entonces ya es un alcohólico dependiente. Lo mismo sucede cuando tiene intención de beber con moderación, pero termina embriagándose una vez más.
Como hemos indicado en otras ocasiones en que tratamos el tema del alcoholismo, esta elección no depende de la voluntad personal. Pues, el cerebro del bebedor excesivo se ha ido adaptando al hábito de consumir alcohol y ha generado una dependencia. Dependencia que se muestra tanto como una necesidad psicológica, como física. En este contexto, la voluntad del individuo no es suficiente para controlar sus deseos de beber.
Por otro lado, los problemas de salud comienzan a hacerse evidentes en la persona alcohólica. Sin embargo, es habitual que no quieran relacionarlos con el consumo de alcohol y le atribuyan otros orígenes. Con todo, conviene saber que en consumos masivos, los riesgos de sufrir una intoxicación por alcohol son muy elevados. Lo que puede derivar en un coma etílico o, en el peor de los casos, en una muerte prematura.
La negación y el afirmar que pueden dejar su adicción cuando quieran, son comunes en personas con problemas de alcoholismo. No obstante, aun cuando se propongan beber menos, vuelven a consumir bebidas alcohólicas de forma desmesurada y a la mínima oportunidad. Y ello a pesar de los estragos que produce su adicción en las relaciones interpersonales y, sobre todo, familiares.
Los Síntomas De Alcoholismo Más Frecuentes
Es importante conocer cuáles son los síntomas más habituales, a fin de detectar si existe un caso evidente de alcoholismo. Dichos síntomas, grosso modo, serían:
Beber con frecuencia y en cantidades abusivas. La compulsión, como las borracheras constantes, describe un cuadro de alcoholismo.
Cambios de hábitos con respecto al consumo. Ya no es necesario buscar una excusa social para beber, sino que ahora se bebe también en casa o a solas.
Cambios de hábitos personales diarios. La persona muestra una nutrición deficitaria, alteraciones del sueño, desinterés en la realización de actividades,…
Deterioro de la salud o su aspecto físico. Temblores constantes, náuseas, problemas gastrointestinales, disminución de la visión, y de los otros sentidos,…
Cambios de humor, con tendencia al nerviosismo, la irritabilidad y la agresividad. De aquí se derivan episodios de agresividad en el ámbito familiar, pero también en el laboral o social.
Accidentes constantes. Ya sea en su trabajo, en la calle, con el coche,… La acumulación de percances y accidentes varios es síntoma de que la persona tiene problemas para manejarse. Pensemos que el etanol provoca visión borrosa, dificultad para coordinar los movimientos y disminuye algunas funciones neuronales. Entre ellas, la capacidad de atención o concentración y la agilidad mental o de reacción.
Problemas de memoria. Lagunas amnésicas, dificultad para recordar las cosas o confusión entre lo que creen que sucedió. Éste suele ser otro motivo de disputas o conflictos con el entorno.
Cuadros depresivos. El alcoholismo puede ocasionar problemas de depresión en muchas personas. En primer lugar porque genera apatía, tristeza y malestar anímico una vez han pasados los efectos etílicos. También porque muchos alcohólicos sienten remordimientos por haber bebido nuevamente. O porque su adicción les ocasiona muchas discusiones con las personas a su alrededor, por lo que llegan a sentirse rechazados.
El Síndrome De Abstinencia
Otro aspecto a destacar como señales del alcoholismo se trata de la aparición de síntomas de abstinencia. Es decir, síntomas que se presentan cuando la persona alcohólica ha interrumpido su consumo voluntariamente. O, por circunstancias involuntarias, el individuo no puede ponerse a beber, pero siente una compulsión irresistible de hacerlo.
Estos síntomas se engloban dentro del llamado Síndrome de abstinencia, que toda droga provoca. Y su aparición está ligada al hecho indiscutible de una situación de dependencia psicológica y física a la droga. En el caso del hábito de ingesta excesiva de alcohol, los signos de abstinencia son:
Durante las primeras 5 u 8 horas. Se sufren temblores corporales, ansiedad, susceptibilidad, insomnio, sudoración, aumento de las pulsaciones, entre otros signos.
Entre las 24 y las 72 horas sin consumir alcohol. Los síntomas anteriores se incrementan. Puede padecerse sudoración fría, hipertensión arterial, vómitos o náuseas, movimientos rápidos de visión y mucha confusión mental. De hecho, en algunos casos pueden sufrirse episodios de convulsiones o de alucinaciones.
A partir de 4º día sin beber. En los casos más extremos de alcoholismo, puede experimentarse aumento de la presión arterial y del pulso, fiebre, temblores severos y sudores excesivos y delirios. Todos estos síntomas forman parte de un cuadro exclusivo del alcoholismo denominado Delirium Tremens.
El sufrir esta clase de síntomas asociados a los periodos de abstinencia, llevan a la persona alcohólica a volver a beber para calmarlos. Ingiriendo la misma cantidad de alcohol, o más incluso, como un acto desesperado de evitar este síndrome.
Por tanto, la persona alcohólica se siente abocada a un círculo vicioso del que difícilmente puede salir por sí sola.
Conclusión
Todos estos síntomas son señales que confirman que existe un alto riesgo de dependencia al alcohol. Con mayor énfasis si se padecen los síntomas vinculados al síndrome de abstinencia.
Lo que significa que el sujeto debe ponerse en manos de profesionales sanitarios lo antes posible. Porque la única manera de tratar el alcoholismo es mediante intervención profesional cualificada en drogadicciones.
Por supuesto, no todas las personas alcohólicas tienen que cumplir con toda esta sintomatología. Pero sí que es cierto que cuantos más síntomas de este tipo se observen, más gravedad existe. Y, por ende, más probabilidades haya de el abuso de sustancias etílicas cause problemas de salud y piscosociales mayores.
Referencias Consultadas
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